La Biología, como toda ciencia, presenta una historia con avances, retrocesos y revoluciones determinados por las necesidades y condiciones de las organizaciones sociales en cada momento histórico. El siglo XIX y principios del XX, por ejemplo, fueron fundamentales en el desarrollo de la Biología, ya que es en esta etapa donde se propusieron grandes teorías como la celular, la evolutiva y la genética. Cabe resaltar que este desarrollo teórico no fue casual, sino resultado de unas condiciones sociales gestadas desde, por lo menos, dos siglos antes. Otro factor que explica tal avance fue el desarrollo del sistema social capitalista que demandaba incrementar la producción, el crecimiento de los mercados y el dominio de recursos naturales. Así, las grandes síntesis del conocimiento biológico que representan las teorías mencionadas, sólo pudieron darse a partir del impulso socioeconómico y después de un proceso de análisis en diversos campos del conocimiento dentro de las ciencias naturales.
Para llegar a la construcción de la teoría de la evolución, por ejemplo, campos como el de la sistemática, la reproducción, la embriología, la paleontología, la geografía y la biogeografía debieron de haber alcanzado un grado de desarrollo tal que permitieran su integración en una gran teoría. El estado de estos campos era el siguiente:
Sistemática: Ante la diversidad del mundo vivo conocida gracias a los grandes navegantes del siglo XV, se impuso la necesidad de la clasificación y nomenclatura de las especies. Quien destacó en este campo fue Linneo con su sistema natural donde ordenaba a los seres vivos de lo simple a lo complejo con base en sus semejanzas y diferencias morfológicas.
Origen y reproducción: En este campo predominaban las ideas religiosas sobre la creación divina de la vida y la teoría de su generación espontánea, muy difícil de refutar no solo porque era una explicación que en ese tiempo funcionaba, sino por el poco desarrollo de los instrumentos de observación y, sobre todo, por la dificultad para plantear explicaciones nuevas, contrarias al pensamiento dominante. Esta teoría fue perdiendo valor ante los experimentos de Redí en el siglo XVII, Spallanzani en el siglo XVIII y terminó por desecharse con los famosos experimentos de Pasteur en el siglo XIX.
Embriología: La explicación al problema del desarrollo embrionario había derivado en dos vertientes, una de ellas sostenía que en el óvulo o en el espermatozoide se encontraba preformado el individuo adulto, como si el espermatozoide fuera un hombrecito minúsculo a quien solo le faltaba crecer; la otra vertiente, con base en experimentos, negaba la preformación al postular que el organismo va formando sus estructuras mediante un proceso de desarrollo y transformación.
Paleontología y geología: los estudios en estos campos, como en otros, se veían influidos y obstaculizados por las explicaciones religiosas. Evidencias de la evolución de la tierra se explicaban en el marco del génesis bíblico. Sólo a finales del siglo XVIII con la observación más detallada de los fósiles y del lugar de los hallazgos de estos, se llegó a la idea de que la Tierra había ido cambiando y que las especies no eran constantes, sino que unas habían desaparecido y otras se transformaron.
Biogeografía: Igual que la sistemática, recibió gran impulso con los viajes de navegación y exploración de nuevos lugares en el siglo XV.
Como puede observarse, en esos tiempos se debatían dos posiciones en el campo de las ciencias naturales y en particular de los seres vivos: el fijismo enraizado en las ideas religiosas y el pensamiento Aristotélico, y la de los primeros evolucionistas los cuales, sin embargo, recurrían más a la especulación y el razonamiento por influencia de la ideología liberal de la burguesía (laicismo, progreso, ilustración, libertad), que por la observación y la experimentación.
Lo importante de la teoría de la evolución del siglo XIX, postulada por Darwin fue su carácter sintético, es decir, logró reunir y articular en una gran explicación sobre la vida a todo el conocimiento surgido en los siglos previos.
Algo semejante sucedió con la teoría celular y, más tarde, con la del gen, que constituyen grandes síntesis del conocimiento producto de varias generaciones. El poder explicativo de las tres teorías es tan grande que lograron romper con todo el pensamiento anterior.
No obstante la vigencia de estas teorías, las condiciones y necesidades sociales del mundo de hoy y los enormes avances tecnológicos en materia de medios del conocimiento imponen su análisis y revisión para construir nuevas explicaciones.
Para llegar a la construcción de la teoría de la evolución, por ejemplo, campos como el de la sistemática, la reproducción, la embriología, la paleontología, la geografía y la biogeografía debieron de haber alcanzado un grado de desarrollo tal que permitieran su integración en una gran teoría. El estado de estos campos era el siguiente:
Sistemática: Ante la diversidad del mundo vivo conocida gracias a los grandes navegantes del siglo XV, se impuso la necesidad de la clasificación y nomenclatura de las especies. Quien destacó en este campo fue Linneo con su sistema natural donde ordenaba a los seres vivos de lo simple a lo complejo con base en sus semejanzas y diferencias morfológicas.
Origen y reproducción: En este campo predominaban las ideas religiosas sobre la creación divina de la vida y la teoría de su generación espontánea, muy difícil de refutar no solo porque era una explicación que en ese tiempo funcionaba, sino por el poco desarrollo de los instrumentos de observación y, sobre todo, por la dificultad para plantear explicaciones nuevas, contrarias al pensamiento dominante. Esta teoría fue perdiendo valor ante los experimentos de Redí en el siglo XVII, Spallanzani en el siglo XVIII y terminó por desecharse con los famosos experimentos de Pasteur en el siglo XIX.
Embriología: La explicación al problema del desarrollo embrionario había derivado en dos vertientes, una de ellas sostenía que en el óvulo o en el espermatozoide se encontraba preformado el individuo adulto, como si el espermatozoide fuera un hombrecito minúsculo a quien solo le faltaba crecer; la otra vertiente, con base en experimentos, negaba la preformación al postular que el organismo va formando sus estructuras mediante un proceso de desarrollo y transformación.
Paleontología y geología: los estudios en estos campos, como en otros, se veían influidos y obstaculizados por las explicaciones religiosas. Evidencias de la evolución de la tierra se explicaban en el marco del génesis bíblico. Sólo a finales del siglo XVIII con la observación más detallada de los fósiles y del lugar de los hallazgos de estos, se llegó a la idea de que la Tierra había ido cambiando y que las especies no eran constantes, sino que unas habían desaparecido y otras se transformaron.
Biogeografía: Igual que la sistemática, recibió gran impulso con los viajes de navegación y exploración de nuevos lugares en el siglo XV.
Como puede observarse, en esos tiempos se debatían dos posiciones en el campo de las ciencias naturales y en particular de los seres vivos: el fijismo enraizado en las ideas religiosas y el pensamiento Aristotélico, y la de los primeros evolucionistas los cuales, sin embargo, recurrían más a la especulación y el razonamiento por influencia de la ideología liberal de la burguesía (laicismo, progreso, ilustración, libertad), que por la observación y la experimentación.
Lo importante de la teoría de la evolución del siglo XIX, postulada por Darwin fue su carácter sintético, es decir, logró reunir y articular en una gran explicación sobre la vida a todo el conocimiento surgido en los siglos previos.
Algo semejante sucedió con la teoría celular y, más tarde, con la del gen, que constituyen grandes síntesis del conocimiento producto de varias generaciones. El poder explicativo de las tres teorías es tan grande que lograron romper con todo el pensamiento anterior.
No obstante la vigencia de estas teorías, las condiciones y necesidades sociales del mundo de hoy y los enormes avances tecnológicos en materia de medios del conocimiento imponen su análisis y revisión para construir nuevas explicaciones.
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